Una imagen, una palabra y una forma.
Expresiones diversas que se gestan en la imaginación y en los sentimientos.
Visualizar, crear, escuchar, decir.

jueves, 2 de junio de 2011

Reencuentro

Algunos le llaman “destino” otros, “atracción” y aunque no importe el título muchos hemos experimentado el reencuentro con alguien que formó parte de nuestro pasado.

Esta es la historia de una rubia llamada Eroll y un apuesto morocho: Val. Se conocieron hace nueve años en un pequeño pueblo rodeado de campos. Ella tenía 17 años y él 22 cuando en un encuentro de danzas supieron que los unía una pasión indescriptible. Plena adolescencia que invita a enamorarse de las flores, a deleitarse con la llegada del otoño, a tropezar con cada obstáculo.

La música los acercó de a poco y mirándose a los ojos sintieron que ese día habían empezado a transitar el mismo camino. Pero el tiempo se encargó de hacerles notar que ese camino era una ilusión, su distancia física se hizo sentir (eso que algunas veces logra derribar los puentes).

Eroll conoció otro hombre que la deslumbró con su “parla” y le prometió un futuro perfecto a su lado. Seguridad, protección y arraigo fueron sus fantasmas por las noches. Una mujer cargada de prejuicios, intentando buscar en él lo que no le enseñaron a descubrir en ella.

Val se resignó a transitar otros caminos -hombre de “mujeres esporádicas”- fue a buscarla en cada amor pasajero, pero la vida le formó una coraza para proteger su amor verdadero.

Quiso el viento recordarles que la música seguía latente en su don de bailarines y nueve años después la brisa de sus sueños los sorprendió en un escenario.

Eroll seguía de novia, cansada de no ser ella misma, pero atada a una relación que se había afianzado con la resignación y el olvido. Val no necesitó conquistarla, solo se ocupó de mirarla a los ojos. El perfume de su piel la trasladó a aquel momento inolvidable, su cuerpo recordó al instante a quien estaba frente a ella y se transformó su rostro cuando la inevitable sonrisa volvió a dibujarle la alegría.

Dos almas compartiendo un escenario y la pasión por la danza, demostrando la incansable voluntad de concretar su anhelo. Fue necesario hacerse cargo de la realidad y cuestionarse cuál sería el paso siguiente: Eroll expresó lo que sentía desde hacía años, reconociendo que nunca había olvidado su primer amor, que era imposible evitarlo ante su presencia. Val le confesó que si ella asumía lo que sentía, estaba dispuesto a proponerle matrimonio.

Ella en silencio, con el rostro enrojecido y sus ojos tristes le pidió perdón y se alejó asumiendo su impotencia por no poder definir su rumbo.

En el lugar más olvidado de su corazón, Val guarda la esperanza de encontrar a la mujer de su vida, esa persona que conoció de ojos inocentes, de alma aventurera, joven emprendedora que comparte su pasión.

El sabe que volverá a verla…

Le pide al viento encontrarla… sola.

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